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Septiembre es el mes de los divorcios

La llegada del verano, y con él las merecidas vacaciones, parece que tiene que ser momento para disfrutar, reflexionar y descansar. A su vez también es momento para compartir  más tiempo con la pareja, y obtener de ello una situación satisfactoria. Lamentablemente, las estadísticas demuestran lo contrario, según datos del Instituto de Política Familiar, “una de cada tres parejas que rompen su relación lo hacen al acabar el verano”; y uno se pregunta cuáles deben ser las causas…

Romper la rutina diaria, pasar mucho tiempo juntos…

…son algunas de las causas que provocan conflictos y discusiones. Compartir gran cantidad de tiempo con nuestra pareja, los hijos, la familia, implica tener una convivencia más estrecha, romper con la rutina creada a los largo del año, tener más momentos para hablar y comunicarse, compartir el mismo espacio físico durante todo el día y realizar actividades de forma conjunta, algo a lo que no estamos habituados y a lo que tenemos que adaptarnos.  Por eso, si hay conflicto y nuestra relación de pareja no es sólida es probable que quiebre más rápido que si se trata de una relación construida más firmemente. 

Hoy en día vivimos en función de nuestro trabajo y de las obligaciones diarias y dejando más de lado a la pareja, la familia y la persona en sí. Creemos que unas vacaciones van a ser la solución a los problemas, y probablemente acabe en ruptura si las bases de esa relación no están asentadas.

Durante el año son muchas las personas que van notando insatisfacción en su relación de pareja sin pararse a abordar el conflicto o determinar cuáles pueden ser las causas. Así que llega el verano y uno decide pararse a pensar cuan conformes nos sentimos con nuestra relación y puede que se llegue a plantear uno mismo nuevos objetivos y propósitos, y se piensa que el verano es el mejor momento ya que es cuando más tiempo pasa uno con la persona amada y cuando va a tener más tiempo para resolver las diferencias.

El problema es que debido a la incomunicación y a caer ante el error de pensar que es el otro el responsable de que las cosas no funcionen, empiezan las discusiones, reproches y demás, creándose un círculo vicioso del que es muy difícil escapar. Son tiempos difíciles de esfuerzo, de constancia y esperanza en los que es suficiente un poco de voluntad si se quiere solucionar el conflicto.

Personalmente, aconsejaría, para evitar llegar a este punto, poner en marcha habilidades de comunicación tales como el saber escuchar, ponerse en el lugar del otro intentando comprender sus deseos, no juzgar, negociar los puntos que no nos gusten del otro, no ir acumulando emociones negativas y soltarlas todas de golpe… Practicando estas habilidades y sobre todo hablando con nuestra pareja iremos encontrando lo positivo que un día nos enamoró del otro, de las cosas vividas y podremos llegar a comprender y ver qué elementos son los que hay que cambiar para que la relación sea satisfactoria.. Además, no tenemos que olvidarnos de la existencia de profesionales expertos que pueden orientarnos para solucionar estos problemas y así lograr el bienestar  que anhelamos. 

Los «conflictos de pareja» suelen ser un síndrome que se traduce en una desorganización de los modos de comunicación de la pareja y que suele expresarse en: hostilidad manifiesta o encubierta, falta de reconocimiento, incapacidad de seducción, aburrimiento, búsqueda de la ruptura.

Si estos fenómenos se prolongan por más de tres meses podemos hablar con propiedad de un «conflicto de pareja».

La terapia de pareja no es solo la prescripción de una serie de ejercicios encaminados a la modificación de la conducta sexual, también tiene como objetivo la modificación de las actitudes con respecto a la sexualidad y a la relación que los miembros de la pareja mantienen entre sí.

El papel del terapeuta es el de situar la estructura relacional de la pareja, para que sean ellos los que decidan qué es lo quieren para ellos mismos. Debe ser lo suficientemente hábil para hacerles entender el conflicto sin tomar parte. 

Se debe enseñar a delimitar claramente el campo de la relación, aceptando lo no negociable y enseñándoles a negociar el resto de los aspectos de la relación sin sentirse ni ganadores ni perdedores.

Recomendaciones básicas para evitar conflictos familiares durante las vacaciones: 

1. Hablar con nuestra pareja sobre cómo se quieren organizar las vacaciones.

2. Si alguna idea del otro no nos gusta, decirlo y negociar una idea entre los dos y

llegar a acuerdos.

3. Ser flexible, sin dejarse llevar siempre por los intereses del otro.

4. Poder disfrutar durante las vacaciones de la pareja a solas.

5. Si se tienen hijos, dejar claro antes de irse de vacaciones las tareas a realizar

de cada uno.

6. Quitarse de la cabeza la idea de que en vacaciones todo es perfecto y que no

cabe lugar para discusiones. Hay que ser realistas y pensar que, si hay algún

contratiempo, hablando se solucionan los conflictos.

7. Aprovechar el período vacacional para realizar las cosas que durante el año no podemos hacer. Si no son en pareja, ser tolerante con el deseo del otro.

Autora: Elena Jorquera

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