Si bien es cierto que cuando nos llama el tutor o la tutora de nuestro hijo/a para comunicarnos que presenta alguna dificultad como por ejemplo; “no presta atención en clase”, “se niega a trabajar en el aula”, “pierde sus cosas constantemente”, “no sigue el ritmo de la clase” … tenemos la sensación de que un gran peso pesado, recae en nosotros, planteándonos cuestiones como:
¿y ahora qué tenemos que hacer?
¿cómo es posible si en casa hacemos todos los deberes? ¿cómo no he podido darme cuenta antes? ¿cómo puedo ayudarlo/a?
Estas y otras preguntas más empiezan a bombardear en nuestra cabeza dónde se plantean como un mar de dudas, por eso:
- El primer paso que tenemos que hacer es tomarse la noticia con calma para poder contestar a estas cuestiones de una forma correcta y dar solución a cada una de ellas. Así como NO sentirnos culpables, ya que, sabemos que como padres deseamos lo mejor para nuestros hijos, y sabiendo que no somos profesionales, no es nuestra responsabilidad única ponernos a observar si puede desarrollar o no alguna dificultad.
- El segundo paso acudir a un profesional para que valore el grado de dificultad y el área a trabajar. Es necesario tener en cuenta, que cuánto antes se realicen las intervenciones, podremos obtener resultados más satisfactorios, tanto a nivel académico, como personal y emocional.
- Una vez iniciado el tratamiento, el tercer paso es mantener contacto con el tutor/a e ir informándole del proceso, así mismo, el profesional deberá ir manteniendo contacto con el tutor/a para llevar a cabo un trabajo coordinado.
- El cuarto paso, igual de importante que los demás, es no sobrecargar de tareas escolares a nuestro hijo/a, es necesario que practique otras actividades, que tenga momentos de juego y de tiempo libre.
- Finalmente, el último paso, es felicitarle en cada momento por sus logros obtenidos, reforzándole de manera positiva cada uno de los pasos que va consiguiendo y comunicarle sus logros hará que aumente su motivación a la vez que creará en casa un clima más enriquecedor.