De pequeña siempre me encantó disfrazarme pero, sin embargo, nunca me gustó carnaval.
Eso de llevar el disfraz perfecto, el maquillaje perfecto, los accesorios y zapatos a conjunto y que todo tuviera que ser tan pensado nunca me gustó. Prefería jugar con mi baúl de disfraces, donde, si, había algún que otro disfraz estructurado. Pero a mí lo que me gustaba era ponerme prendas antiguas, hacerme faldas y vestidos con telas de colores, ponerme collares, bolsos, zapatos y sombreros, porque sí, por placer, por diversión, imaginando mil y una historias.
Así que, echando la vista atrás, recordando mi infancia y aprovechando que casi es carnaval, os voy a contar los beneficios de disfrazarse, no solo en el aspecto lúdico, sino para el desarrollo integral de los pequeños:
Jugar a ser
Hace que los niños/as ocupen el rol de otra persona, eso implica ponerse en su piel y aprender a mirar el mundo desde un punto de vista que no es el suyo. Aprenderán por ellos mismos a ser empáticos.
Pensamiento simbólico
Disfrazarse hace que los niños tengan que imaginar un personaje, diferentes escenarios y acciones, esto mejora el pensamiento simbólico, el cual supone la base de su desarrollo cognitivo. El pensamiento simbólico va emparejado con una mayor expresividad lingüística, que a su vez facilita un vocabulario más rico y una sintaxis más estructurada.
Aprender a encajar problemas y a buscar soluciones
Cuando los niños y niñas interpretan distintos papeles y escenas, están adquiriendo habilidades para la vida real, aprenden a encajar problemas y a buscar soluciones. Asimilan de forma inconsciente las normas que rigen las relaciones humanas.
Desinhibición
Les ayuda a expresarse de manera libre, a liberar tensiones, a expresar sus intereses, sus preferencias y sus miedos. También es una oportunidad perfecta para observar, ya que estas situaciones nos ayudan a obtener información sobre sus sentimientos y preocupaciones.
Fomenta la creatividad y estimula la imaginación
Deja que tus hijos tengan a su alcance multitud de piezas desestructuradas para que el mismo trozo de tela un día les sirva de vestido y otro de capa.
Disfrazarse no tiene reglas, así que deja que sean ellos quien decidan cómo hacerlo, no limites su imaginación.
Joana Vasallo
Psicopedagoga