Estudio mucho y no apruebo ¿por qué?
“Por qué me tengo que esforzar tanto si, de todas formas, no apruebo?”Pues bien, una de estas causas radica en que la cantidad de tiempo que el alumno pasa ante los libros no es 100% eficaz. Aquí entran en juego la capacidad de organización y de concentración del alumno. Si una de estas dos cosas falla, el estudiante pasará mucho tiempo sentado en la silla pero no lo estará aprovechando así como toca. Como consecuencia, cuanto más tiempo dedique, más cansado estará y su estado de ánimo influirá en un bajo rendimiento. Hay que aprender a gestionar el tiempo, a llevar una buena organización y a conocer nuestras capacidades para prestar atención para ayudar a nuestra mente a rendir al cien por cien. Por otro lado, es muy común que los estudiantes aprendan la teoría de memoria y a menudo sin comprender lo que leen. De este modo, ante un examen pueden “quedarse en blanco” si la pregunta no está formulada con las palabras que ellos han aprendido. En este caso, lo que falla es la capacidad de comprensión del alumno, la cual puede mejorar si se dedica un tiempo a trabajarla a través de varias actividades que lo ayuden a saber interpretar el texto y sintetizarlo. Finalmente, también puede pasar que a la hora de redactar una respuesta no se exprese correctamente y sus palabras no pongan lo que él querría reflejar. Así, el alumno contestará todas las preguntas, pensará que lo ha hecho bien y después se sorprenderá al ver un resultado peor del que se esperaba. Para acabar, mencionar que todos estos motivos que hemos explicado pueden aparecer por separado o se pueden dar todos a la vez. El aprendizaje se tiene que entender como un proceso global que implica muchas habilidades por parte de quien aprende. Es recomendable aprender a tener unos buenos hábitos de estudio desde pequeños y reforzar las competencias básicas de los estudiantes (comprensión, expresión y razonamiento) cuando vemos que algo no va bien. Un buen manejo de estas habilidades favorecerá el éxito académico en el presente y en el futuro.
Ya no cabe ningún género de duda de la importancia que tienen las emociones en todo proceso de enseñanza-aprendizaje hoy en día, sea cual sea la edad o el contexto, así como también su directa relación con las personas con TDAH.
La neuroeducación, a través de la neurociencia, la psicología y la educación, nos aporta información muy valiosa del funcionamiento del cerebro durante los procesos de enseñanza-aprendizaje, con la intención de poder mejorar y potenciar al máximo dichos procesos.
La emoción y la cognición son procesos que interaccionan entre sí y condicionan de forma directa la conducta posterior de las personas.
Las funciones cognitivas superiores tales como la atención o la memoria siempre estarán contaminadas por las emociones de una forma u otra. Nuestras acciones dependerán de la contaminación que tengamos mediante vivencias pasadas, satisfacciones personales anteriores o situaciones de angustia. Todos estos factores determinarán de cierta manera los futuros procesos de enseñanza-aprendizaje que se nos presenten, en dicho proceso, lo que realmente nos abre la puerta al aprendizaje es la emoción, hablamos en este caso de un aprendizaje significativo, dejando un poco a un lado uno más memorístico. La emoción despierta la curiosidad, el interés y por tanto nos ayuda a focalizar nuestra atención, la cual hay que recordar que nace de algo que puede significar placer (algo positivo) o castigo (algo negativo) y que tiene que ver con la supervivencia del ser humano.
Atendemos aquello que nos interesa porque nos proporciona una recompensa positiva o nos evita algo negativo.
Por lo tanto, importantísimo se presenta también con niños con TDHA, ya que su mecanismo de recompensas se ve alterado por el propio trastorno. El esfuerzo de atención que hacen estos niños está directamente relacionado con el interés que suscita la actividad, trabajo o docente, es decir, con sus emociones.
BIBLIOGRAFÍA
Mora, F. (2013). Neuroeducación. Madrid: Alianza Editorial.
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